miércoles, 5 de noviembre de 2025

Juana Frías en las Conferencias de Otoño 2025: "Hacia la Dieta Mediterránea Sostenible"

Juana Frías, científica e investigadora del CSIC, actual directora del ICTAN,  impartió la ponencia "Dieta Mediterránea: presente, pasado y futuro" el pasado 31 de octubre en el Centro de Cultura de Hoyo de Manzanares. Ante un auditorio lleno y entregado, hizo un recorrido por los orígenes y la evolución de la Dieta Mediterránea, profundizando en su impacto a lo largo del tiempo y su relevancia en la actualidad. Declarada por la UNESCO en 2010 como patrimonio cultural inmaterial de los pueblos mediterráneos y de la humanidad en su conjunto, la Dieta Mediterránea es un conjunto de competencias, conocimientos, prácticas y tradiciones relacionadas con la alimentación humana, que van desde la tierra a la mesa, abarcando los cultivos, las cosechas y la pesca, así como la conservación, transformación y preparación de los alimentos y, en particular, el consumo de éstos".

La ponente destacó el  elemento cultural de esta dieta, porque indicó que comer es mucho más que ingerir alimentos, ya que fortalece los lazos familiares, de amistad y estrecha vínculos con nuestra comunidad. Enumeró como alimentos saludables el aceite de oliva virgen extra como grasa de elección; las frutas, verduras y hortalizas crudas, cocinadas y ensaladas; las legumbres; el pescado preferentemente azul y mariscos; los cereales en su forma integral (pan, pasta, arroz) y patatas; productos lácteos, especialmente leches fermentadas; frutos secos como nueces y castañas, y la carne y productos cárnicos, pero en bajas dosis de consumo.

Cómo beneficios, la dieta mediterránea proporciona un buen estado nutricional, es sabrosa, rica y variada, y previene enfermedades cardiometabólicas mejorando la presión arterial, los niveles lípidos, control del peso y de la glucosa postprandrial.

Miki García (CSIC), Juana Frías (CSIC), Victoria Barderas (alcaldesa) y Marisa Baelo (Cosas de Hoyo)

Frías reseñó los estudios que impulsaron el conocimiento de esta dieta, como los desarrollados en Mimmesota (1941-1950) sobre el consumo en siete países o en Creta (1948-1953), además de la Ecuación de Keys y de otros realizados en España e Italia. Estos estudios ponían de relieve que el porcentaje de grasa saturada de la dieta resultó ser el mejor predictor de las enfermedades del corazón: a más grasa saturada, más riesgo; el efecto beneficioso de las grasas monoinsaturadas, como el aceite de oliva , y de las poliinsaturadas, procedentes del pescado; y del consumo regular de legumbres ("superalimento que salva vidas") y del pan integral, que aportan hidratos de carbono y fibra. También la actividad física es clave para el mantenimiento de la salud.

Tras un repaso histórico a la evolución social y su relación con la alimentación, concluyó que en la actualidad tomamos más azúcar y carne y menos hortalizas y legumbres, y que la obesidad es la pandemia del siglo XXI. Como consecuencia podemos padecer con mayor frecuencia enfermedades cardiovasculares, diabetes e hipertensión. Y reafirmó que debemos tender hacia una dieta mediterránea sostenible, "una dieta de bajo impacto medioambiental con menor consumo de productos de origen animal y al consumo de alimentos frescos o con transformaciones mínimas, locales y estacionales"



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