martes, 17 de mayo de 2022

Jorge Carretero: “La Sociología, una ciencia imprescindible”

 

Este es un artículo Jorge H. Carretero, hijo predilecto de Hoyo de Manzanares, que ha comenzado a estudiar Primero de Sociología de la UNED en el centro asociado de Segovia. En él, valora la importancia de la Sociología y también su relación con el deporte, actividad a la que ha estado dedicado en toda su carrera profesional.

Desde mi experiencia a lo largo de esta vida, cuya mayor parte ha estado dedicada a los valores humanos a través del deporte, he podido comprobar que la Sociología es, ante todo, una Ciencia imprescindible, puesto que los seres humanos necesitamos la convivencia tanto como comer o respirar. Vivimos grupalmente, no de forma individual.

Entiendo la Sociología como una ciencia en permanente evolución e investigación, dado que el ser humano que convive con los demás debe procurar ser más feliz (en la definición de Aristóteles, felicidad es “experiencia global de placer y significado”) y con mayores valores. Una parte importante de la Sociología debería estar vinculada al análisis, la investigación y la mejora de la parte marginal de la sociedad, esto es, las personas con riesgo de exclusión social. Las sociedades provocan, inconscientemente, que las personas que no se ciñen a las reglas del juego económico sufran por ello. Los países que no se preocupan y se ocupan de sus marginados, poco futuro tienen.

Me gusta, modestamente, practicar lo que predico. Desde niño, con nueve o diez años, me preocupaba de ayudar a las personas inmigrantes que llegaban a Vallecas, Madrid, con más esperanzas que recursos, procedentes de las zonas rurales de nuestro país. Pedía limosna en las casas para llevarlo a las chabolas. Esas personas improvisaban sus hogares con cuatro paredes (lo llamaban “flor de luna”, porque lo hacían por la noche) y si las fuerzas de seguridad se daban cuenta, demolían su humilde vivienda. Desde esta inquietud infantil y juvenil, mi vida ha estado marcada por colaborar con la sociedad, más concretamente con estas personas necesitadas, para que se incorporaran a la sociedad de todos, sin necesidad de sufrir la marginación.

Recorrí muchos casos con la mente en un concepto: la reinserción. Creo firmemente que, cuando las personas han cometido algún delito, tienen el derecho, una vez cumplida la pena impuesta por la ley, de reintegrase a la sociedad y que ésta les reciba con los brazos abiertos, como plasma nuestra Constitución de 1978. Los centros que acogen la privación de libertad de las personas una vez juzgadas tienen la obligación de reeducar y reinsertar a éstas una vez que cumplen la pena que la ley les ha impuesto. Con el baloncesto, deporte al que he pertenecido como jugador, entrenador y directivo durante muchos años, estuve dando clases y formando equipos de personas privadas de libertad, equipos externos a los centros penitenciarios que compitieron federamente. Tras un paréntesis, siendo directivo-portavoz de la Real Federación Española de Fútbol, tuve el honor y el privilegio de crear un programa especifico del Fútbol como factor de reinserción para personas privadas de libertad.
Como la Sociología se basa en la observación, pude comprobar que el deporte rey es el que más se practica también en los centros penitenciarios. Pero una cosa es jugar “con el fútbol” y otra es “jugar al fútbol”, esto es, superar el dar patadas al balón y meter más goles que el equipo contrario y hacer una competición con un reglamento. Aquí aparecen las reglas del juego. Jugar es divertirse, pero hacerlo con reglas nos integra en una sociedad, algo vital para personas privadas de libertad, que no suelen ya creer en la justicia de las reglas sociales.

Creamos una “federación interna” en cada centro penitenciario. Las personas más avezadas en ciencias de la información establecieron el ente administrativo con las fichas, estadillos, etc. Formamos árbitros y entrenadores, a los que accedían las personas más culturalmente preparadas, con profesores titulados que facilitó la RFEF. Esa titulación, tras recuperar la libertad, les servía de igual forma como árbitros y entrenadores (toda una Formación Profesional con títulos equiparables en la vida fuera del centro). Cada entrenador seleccionaba su equipo, elegia a sus jugadores (unos 15 o 20), compañeros del centro penitenciario, que registraba en esa federación. Jugador, ficha y todos los datos relevantes. Se formaba una competición, con colegio arbitral. También se creó un Comité de Competición y un Comité de Apelación, para reclamar, como en cualquier otro partido de nuestro país.

El principio para que esto funcionara fue que no interviniera ningún funcionario como árbitro, entrenador o miembro de ningún comité. La credibilidad es clave. Era una competición en la que las personas privadas de libertad se organizaban a sí mismas.

Tras la competición en cada centro penitenciario de cada una de las Comunidades Autónomas, se hacía una selección del centro, para jugar contra otra selección de otro centro. Así hasta que había un centro campeón de cada autonomía. La final de todo este programa, Copa Federación de centros penitenciarios, se celebraba en la ciudad del Fútbol de Las Rozas, coincidiendo con alguna concentración de la selección española absoluta y con el Día de Europa.

¿Qué beneficios obtenían las personas privadas de libertad? Que ellas mismas se autorregulaban y cumplían con las reglas sociales que se habían otorgado, de forma que las conductas se realizaban según la norma. Además, la empleabilidad de las personas tituladas como árbitros o entrenadores. Adquirir los valores del deporte, como el compañerismo, la exigencia o el esfuerzo, en el propio centro penitenciario. Trascender el disfrute para cuidarte de una manera diferente. Aprender a perder y a ganar. Y la satisfacción del logro, de competir y de la orientación a resultados.

Las personas seleccionadas (todas ellas, en condiciones de poder hacerlo, en tercer grado o similar) salían a jugar con el halo de responsabilidad de representar a una comunidad, a una pequeña sociedad. Cierta felicidad en un momento difícil de sus vidas.

La lección aprendida es que, cumpliendo las normas de estas ligas, estas personas ya se estaban reincorporando a nuestra sociedad común. Algo habitual en el mundo cotidiano. Diez mil internos participaron anualmente en este programa, que mereció la medalla de Plata y de Oro del Mérito Social Penitenciario, otorgadas por el Ministerio del Interior, a través de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Tuve el honor de que me las impusiera personalmente el Excmo, Sr. Jorge Fernández, ministro del Interior.

Este programa fue analizado pormenorizadamente por dos Comités de la Comisión Europea, el de Derechos Humanos y el de Ética. Ambos comités llevaron este programa a Bruselas a una de sus sesiones de trabajo del Comité Económico y Social y lo propusieron como ejemplo de referencia a desarrollar en el resto de los países de la Unión. El presidente del CES vino a España para reconocer este programa. A partir de entonces, como se jugaba la final del programa el Día de Europa, el representante de la Unión Europea en nuestro país y algunos mandatarios desde la capital europea venían a presenciar la final. Personalmente me invitaron en varias ocasiones a dar conferencias en Bruselas ante los responsables de los países en el área social.

Además, organizamos un concurso literario entre los participantes del programa con la libertad como tema principal. Queríamos que reflexionaran sobre el significado de este programa para ellos mismos. La iniciativa fue un éxito. El premio para el ganador fue pasar toda una jornada con los integrantes de la Selección Española absoluta, como un componente más. Posteriormente, creamos un concurso de artes plásticas sobre el tema del fútbol para todos aquellos que no pudieron formar parte de los equipos por edad, condiciones físicas o técnicas, y deseaban expresar su creatividad a través del arte. La condición era la utilización de los medios materiales o físicos que estuvieran a su alcance en los centros penitenciarios. Fue tan sorprendente la cantidad y calidad de las obras (estadios, trofeos, jugadores, etc.) que la ciudad del Fútbol de Las Rozas requirió de un espacio importante para exponerlas. Más tarde se llevaron a los distintos centros penitenciarios de España para que las personas privadas de libertad las admiraran.

El Deporte me ha dado mucho y la Sociología que ahora estoy aprendiendo en la UNED es el soporte para una trayectoria vital muy gratificante. Creo que las personas siempre merecen una nueva oportunidad. Lo que estoy aprendiendo académicamente respecto a la Sociología como ciencia refuerza en mis presentaciones, conferencias, actos sociales y reuniones (como solicitar a la Unesco que el fútbol sea declarado “bien social mundial”) la creencia de que es en sociedad donde damos la mejor versión de nosotros mismos, siempre que se den el bien común, la claridad y transparencia y la compasión y solidaridad.

Espero que sirva para los jóvenes de ejemplo el hecho de que, si con 79 años y trabajando desde los 14, me he matriculado de Sociología y tengo la ilusión de un chaval por seguir aprendiendo, ellos puedan hacer lo mismo. Una vida en la que no se estudia ni se trabaja es una vida vacía y sin sentido.

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